domingo, 15 de febrero de 2009

LOS POETAS Y LAS FÉMINAS, UNIVERSOS DEL INSTANTE. Autor: Edgar Trejos





LOS POETAS Y LAS FÉMINAS, UNIVERSOS DEL INSTANTE



Era así… Nos conocimos. Cuando jóvenes nos conocimos, y ahora brota la vida de nuestros recuerdos; esos definitivos universos que enarbolan su íntima canción en un instante de irrecuperable eternidad, si pasa su encanto como invisible polvo de hada y nada hacemos por retener ese profundo sonido de levedad poética, de vida verdadera que nos marca, llegado a nuestra barca de incierto devenir en la piel llameante de una fémina inesperada que nos mira y convoca inminente, ¿Me amarás Poeta? La vida es un don preciado, sagrado, nadie lo dudará. Siempre está afuera su rumor, su balbuceo, su grito, su farfullar a veces, palpitante, palpitando, esperando. Para muchas emociones únicas, definitivas, está también acá, adentro, bien adentro de uno, casi un secreto. En ocasiones extraordinarias hay que salir a tomarla, como sea, hallarla, sin esperar porque de lo contrario llegarán momentos irremediables, de dolor, terribles, de tristeza profunda, momentos en que se la verá pasar, pasar, irrecuperable, como una inmensa voz condenatoria que sepulta otras voces apremiantes, el lenguaje del alma. Te descuidas, un descuido apenas, y así será. Tener entre las manos del ser una llamada del destino y no estar para responder es una condena. ¿Quién o qué aliviará un día, otro día, ese grito de derrota que acompañará la existencia por no haber comprendido a tiempo la acción que te correspondía?. El paulatino vivir, poco a poco, nos endilgará su absolutorio o lapidante juicio.



YO

La cuestión es esta. Me gustan las mujeres que arden de un escondido deseo en cada encrucijada de sus vidas. He desarrollado un olfato intenso para descubrirlas, sentirlas rondando mis nerviosas empalizadas, erectas casi siempre. Si en conocerlas apuesta uno algo más que la reputación de poeta empedernido, no me importa; todo vale nada con tal de respirar el aroma de esas pieles urgidas. Fui desenvolviendo la bella madeja de Luna desde apenas verla, hermosa, pequeña, rolliza, centelleante, enfundada en su elegante kimono japonés. Fulgía exclusiva en el auditorio colmado a reventar por los amantes de la poesía. Sólo yo la vi venir decidida hacia el teatro donde los poetas bailaban en el festival internacional su danza de verbalidad; para nada noté ese gesto de samurái indescifrable que me habría de costar la vida; al darle la mano para ascender a la rampa antes de la puerta ya naufragaba mentalmente en las pavorosas aguas, fruto de la poesía escuchada y bebida, de los deseantes desatados. Abordarla luego en la casa de la cultura se me convirtió en una imperiosa necesidad. ¿Quieres conocer un Haiku?, y el poeta de verdes sembrados en el alma asintió coqueto. Nada fuera de lo normal: así son los poetas cuando se saben reclamados. ¿Te gustaría pasar un rato con poetas esta noche?, bueno, pero si me escriben un poema; no te preocupes preciosa, te haré uno solo para ti. Y la boca más hermosa en el coctel de recepción a los poetas de ultramar, sonrió generosa, toda una diosa, para darme la bienvenida al otro lado de su ser. En la velada de aguardiente y risas me despaché en halagos para los veleidosos pechos saltones de la espléndida fémina que resultó ser mi Luna. Ojos navegaban ansiosos, furiosos, anhelantes, por sobre el cuerpo grácil de madame buterfly cada quién asegurando lo suyo para la retina, y entre brindis y caricias, lanzado a fondo en ese tobogán sin retorno del cuerpo que urge ser vapuleado, encontrado, yo gozaba de la vieja sinfonía sexual, semiamparado por la saliva de rampante lujuria que acicalaba la mesa, hundido en un peluche exuberante, único, ya húmedo, abierto para mi piel de buceador desbordado. Acaricia mi gatico, así, así, suave, más suave que nos ven. Tienes unas manos hermosas, siento muy rico tus dedos hundidos en mis aguas. Besos iban y venían para todos en la fiesta espléndida, pero al filo de la madrugada fue a mi verso enhiesto que encontró el alba abrazado a una ondina exuberante a la que sólo la poesía esforzada de mis años podía dar crédito. Esto nada más en las películas, decían alborotadas las lianas enredadas de mis líquidos exultantes, como nunca, y sus sinceros gemidos; sin embargo tuve para mostrar, una entre muchas, a la mañana radiante que nos recibió afuera, la más palpable prueba de la utilidad irrefutable de la poesía: un kimono abierto, un abrazo, un beso mayúsculo, y la desnuda promesa ¿nos vemos esta noche?. Dios ahí estaba una diosa para todos mis sueños.Días siguientes, noches esbeltas, fueron simplemente la extensión del encontrado amor cuya ansiedad satisfacía delirante, con mi Luna extasiada, en el auto, en bancas de parques penumbrosos, en rincones de tienda, en discotecas de lunes solitarios, en moteles, en el metro, en prados extendidos mientras recitaban los poetas sus encandilamientos ficticios que los catapultaba al éxito y reconocimiento de los lectores. Deseo, deseo, era la palabra mágica que compartía con amigos y amigas en encuentros felices bajo el influjo del amor que Luna compartía; deseo, deseo, un mantra cuyo ritmo iluminaba mi alma. ¿En qué momento se me jodió la vida?. Estas delicias terminarían para mí en la clausura de desnudez apresurada en la pieza de hotel del poeta de cafetales abonados, cuando una Luna, mi musa, mi Circe, más hermosa aún, una sibila de dunas desquiciantes, una asfódela desplegada para la entrega en la cama de abismos, fantaseados sí, no consultados, afloró un desconocido aire, una invitación que me dejó estupefacto, un Adonis a punto de un paro cardíaco en medio de una furia creciente, eso no estaba en mis planes, así es la vida sexual de los poetas canónicos, ¿quieren conocer mi clítoris?. Abajo, en el hall, retumbaba la férvida y ebria despedida del festival con los poetas calientes de vanidad, de autógrafos, necesitados de compañía para su carrusel nocturno.



TU

Tiemblas. En todo tu cuerpo vive aún el recuerdo de una diva, qué diva divina inesperada, abandonada en tu cuarto por un rabioso poeta que tiró la puerta y te dejó feliz, enredado a un maullar de gata en celo. Ahí la tienes. Una vez más la poesía vino al alcance de tu mano, de tu piel, dirás en algún poema amoroso. Tanto la pensabas, desde el momento mismo de conocerla, su vida, sus días, tanto la imaginaste a tu lado que se cumplió el deseo. La colina de surcos que es tu feudo ahora tiene otro aroma, las faenas otro sabor, la extenuación del diario vivir hundido en el campo parece suave ahora. ¿Quieres conocer un Haikú?, qué ocurrencia de poeta; vaya manera de flirtear con la pasajera felicidad que luego luego dejó de ser efímera para convertirse en una verdadera obsesión, desde la prima noche de esos ojos de mirar intenso, de esos pechos maravillosos casi al aire pidiéndote ¡bésalos, hazlo!, de ese cuerpo brioso oculto por un kimono vaporoso, inmejorable culminación para una lectura de poemas que más bien te parecieron regulares. La verdadera poesía estaba ahí, era ella caminando confiada entre poetas de rígidas convenciones libidinosas, una puta para todos mis para todos mis apetitos, la fémina salvadora de toda angustia presente, pasada, ¿y futura?, tal vez. ¿En qué momento se te jodió la vida?. El día que pediste al Adonis olvidado que te la trajera, decidido a tomar en serio sus servicios amatorios. Llegó puntual con la mañana una mañana de brumas pasajeras, trajo a tu cuarto su maleta, y de inmediato pasó a ser un tierno entresijo de tus ropajes vegetales. La dicha te inunda, no lo niegues; tus poemas se escucharán en la ciudad blanca de calles empinadas con otro tono sobrepuesto al balbuceo íntimo de tu piel renovada, remozada en un todo y por todo. El gozo te hace sonreír, lisonjero, a cada saludo de cualquier transeúnte, del aplauso cómplice de los poetas internacionales que ven en tu visible rudeza una sospechosa lozanía, sobretodo al mirar con lujuria, cómo está, bueno día señora, al portento femenino que te acompaña en todas partes. ¡Uy píndaro, el mejor poeta del mundo eres tú sin duda, cómo se te notan esas células ruborizadas, tomadas por el beso de Luna! ¡Qué hembra del Olimpo te mandas vate!. Te ves bien, el único acompañado, qué pereza de poetas siempre solos deseando a como de lugar a la mujer del prójimo. En el agasajo a los galantes verbosos te luciste con ella próxima a tu andén romántico; la noche no te acogerá navegando íngrimo cada minuto de sombras hacia el alba: esta amada de gracia ardorosa yacerá contigo. Pero como no bailas, ellos si amacizaron a tu Luna, no se iban a quedar con las ganas flotando en su pene de algodón excitado. ¡Qué mierdas!, dices entre dientes al terminarse la segunda botella de ron que a un gracioso, ese don juan francés, ¿O fue el convencido Argentino?, se le ocurrió comprar para agasajar tu buena fortuna: ¡por la fémina de la noche, un brindis poeta!, te dijeron palmeando tu secreto y galopante malestar. Contigo hay otro: Adonis tampoco se ve muy contento. Te mira absorto desde un umbral que nadie podría precisarte, poetas que comparten una honda pena. Y ahora en pleno día no la encuentras, no te encuentras, no es la misma; te sientes encartado, se te acabaron las ínfulas de semental disparado. Anda para arriba y para abajo con el poeta de la ciudad querendona y trasnochadora, almuerzo allí, comida allá, vegetariano como le gusta, ya lo sabías; este quizá sí le dará la atención que tú arruinaste. No te caerá bien la fiesta de clausura del festival nacional e internacional de poesía en la ciudad blanca, fría y lloviznosa, ya lo sabes; se te nota sombrío, sumido en la barca de una negra congoja, no aceptas trago alguno, de nuevo no bailas, te ves incómodo, rehúyes la mirada de tu diosa coronada por nueva poesía y te retiras pronto sin bullicio a dormir la desdicha de otro fauno poeta abandonado. En el hall dejas, antes de partir al día siguiente con la mañana solitaria sobre tu corazón y tu vida, la maleta de la fémina voluble, traidora piensas, no lo niegues, que ha pasado la noche, feliz, viste su carameleo, su danzante preámbulo, en otra cama.



EL

La vida es curiosa. Se le pide y pide, en hastiadas, tediosas, silenciosas, desconocidas oraciones poéticas, a lo largo de los años un premio, una señal de alivio que corone con holgura la soledad, tanto tiempo de andariego solterón, la ardua escritura de poemas fatigados por una siempre insatisfecha perfección, y justo cuando el olvido de estas apetencias ha ganado una salomónica tranquilidad para un buen devenir adormecido por amplia solvencia material, acreditada en bancos, no en libros ni poemas, viene a saltar esa rutina, salmodia del sexo visto a diario, el aguijón del ardor que creyó ha tiempos sanado. Vida curiosa. Sólo la invitó a almorzar y fue suficiente para dar en el clavo de una perentoria necesidad: no, no más carne, ni más restaurante de poetas que comparten sus anécdotas, su vida particular, su pericia de viajeros, sus incursiones vanidosas a medida que el día ofrece su rubicundo rostro. Nada extraordinario. La tarde será perfecta ya lo verás; tendremos la despedida de los poetas.¿En qué momento le ha cambiado la vida?, jamás hubiera dicho que la galantería, habilidad natural en un poeta para afianzar aproximaciones femeninas, finalmente rinde frutos en ese terreno resbaladizo de las conquistas momentáneas. Podemos buscar otro lugar para comer algo diferente, si gustas. Ay bueno, que rico, si no es mucha molestia. Todo lo contrario, será un placer. Vaya, vaya, aprende Cupido y recuérdaselo cuando esgrima el manto memorable de su próximo poema.Sólo procuró no mostrarse muy sobrado, nada de escándalos, más bien ofrecer una máscara de seriedad que ocultara su íntima vanagloria, sus ganas de saltar, gritar, para no herir más la emotividad de los poetas contrariados. Al dedillo estaba enterado de la trágica escalera hormonal que dejaba en sus manos a una Luna que para nada contaba en su agenda antes de viajar al festival de poesía donde lo invitaban. Era el elegido, el único que en plena acción poética, con limpieza, sin excentricidades, había levantado en esta bella ciudad de ferias que Dios bendiga, la fortuna incomparable de un amor en empaque apretado, primoroso, ¡Luna, Luna, la poesía trae tu encanto a la orilla necesitada, solitaria de un poeta!; Luna que otorgas sin remilgos tus rayos, tu delirio, todos lo notan; una mujer, toda una mujer para vivir, para compartir la vida, una mujer que nunca lo cansará, está seguro. Y no hay desmesura en este hilvanar gozoso si cada uno de los escanciantes poetas, a medida que se desgrana el ron y la música pegajosa, se dice a si mismo mientras brindan por la poesía, por el sexo carajo: ¡qué envidia! No constará en las memorias del festival, pero si dará palabras que contar a las futuras generaciones de rapsodas imberbes -en los diarios íntimos que se publicarán a diestra y siniestra, sin duda- acerca del comportamiento sexual que las inesperadas lunaciones amorosas prodigan a los letrados del bell decir en los famosos encuentros donde acicalan con otro viento el mundo. Se Vive y se actúa o te lleva el sunami de las fantasías séxicas que cada quien guarda como pilar salvador para una vida exigua de aventuras emotivas; he ahí la vieja premisa humana que asemeja al género.-Con esa mujer pasaría confiado todos mis otoños, dice el poeta francés.-¡Qué suerte tienen estos poetas anfitriones, macanudos!, dice el croniquista de intimidades poeta argentino.-En mujeres así vive la poesía, su luz brilla en los andenes de esta ciudad magnífica de nostálgicas calles, dice el experto en glamur y acechanzas de pasarela poeta mejicano.-Que nos inviten de nuevo para asistir atentos a la evolución de la especie, dice el prosista poeta venezolano.



ELLA

El mundo me tratará como una puta, pero me habré dado mi gusto y no desvarío si pienso que muchas lo envidiarían y lo vivirían de tener la ocasión que ahora le agradezco a la vida. Ya no seré más esa insegura anhelante, deseosa, que permanece sin alicientes en esa cálida rutina de mujer bien que finge la moral de una normalidad aceptada. Nada gratificante es estar separada, con un hijo a cuestas, viviendo a expensas del amor de una madre bondadosa, encarando indecentes propuestas, provocaciones de malnacidos que sólo esperan una satisfacción de momento, soportando las humillaciones del varón que aporta la manutención, sobretodo por no haber sido una hija obediente, una mujer correcta como hubieran querido.¿Cómo no bendecir el encuentro maravilloso con tres poetas que me han hecho sentir cada uno a su manera la fogosidad de la vida que se vive cada día para salvar un día? No renegaría de ser tratada como un poema vivo que se escribe a si mismo a medida que se agita la piel. La vida es una sola y siempre se trata de vivir, agotar las posibilidades para lograr ser. Los amé ansiosa y a cada uno me entregué sin importar su historia social, feliz de dar y aplacar las delicias que mi sexo guarda; lo que haya de venir para mi vida al lado de mi amor presente ya se verá y lo recibiré con alegría puesto que me sé amada y amo; cuánto viva este idilio no interesa porque lo haremos perdurable y sabemos que el amor es eterno mientras dura. ¿Soy una diosa? ¿Una puta? Me vieron como quisieron y yo sé que soy eso y mucho más, no escondo mis emociones. Soy feliz: Una mujer libre y superior al miserable destino en el que quisieran verme los que condenan siempre a una mujer objeto de públicas y nunca satisfechas miradas.



(…Ahora aquí, en esta esquina de San Sebastián, se miran los cuatro, se miran y se estudian sin hablar, procurando adivinar reconditeces que deban ocultar; tintos van y tintos vienen descargando un tris este silencio que los envuelve, compartido, tronante, hacia el parque de obsequiosa luminosidad cuya tranquilidad los invade y socorre, esperando que transcurra la mañana y llegue rauda la tarde que abrirá impetuosa la celebración de Satán el alegre libertino en el carnaval del diablo; nadie nota en el ambiente del bar recién abierto para los poetas turistas un diablillo cornudo jugueteando por sobre sus cabezas, esa enorme habitación en donde bullen encontrados pensamientos. En el ir y venir de los eventos literarios se encuentran de nuevo cada uno con su carga existencial en el II festival nacional de poesía de Amor y Desamor, vaya curiosidad que les endilga el devenir. La mesa es una limpia pradera donde sus secretas brumas y miradas se entrecruzan con educación, con delicado respeto se diría. Salvo comentarios ligeros sobre el vedetismo de las jóvenes poetas amparadas por dueños de casas editoras y ultra conocidos poetas padrinos que luego las desvirgan para cobrarse sus favores, la habilidad de intriga de escritores ligados al buró cultural, los malos jurados de poesía, los concursos amañados, la farándula de la poesía que en todas partes zumba y rumbea, nada tienen que decirse en realidad sobre los hondos universos del frágil instante que una vez más los reúne y obliga a acicalarse con el viento de una bien manejada indiferencia. La vida es así y ha sido tomada como vino su encomienda, una dádiva de la que se esperan frutos. Ella atrapa esta mañana en sus ojos para siempre y sonríe segura y divertida liberando adentro de su ser por fin reconocido las hojas anhelantes de su floresta despierta).