martes, 18 de octubre de 2011

POEMAS DE REGINALDO VÁSQUEZ. Del libro: “El querido animal”. Selección de Rodrigo Verdugo.




EL QUERIDO ANIMAL


Preso en su armadura musgosa,
Enredado en melodías castigadas,
Canta a la vida,
Canta el prólogo de todos los futuros,
El Querido Animal.

Espejos vencidos de imágenes
Impregnan su ansiedad de marfil.

Con su traje de polvo ensangrentado
Y purificadas yemas,
Acompañado de su sombra pisoteada,
Interroga a los signos verdaderos.

Hay en la copa de su sed una catarata mordida.

Encima de los arcos,
Con la desventura a cuestas murmura pasiones incoloras.
Contornos puros
Exhortan su caminar lamoso de distancias.

Su equipaje de alas amarra las alturas.

Por el inmenso lomo de la tierra,
Ondas de él mismo se saludan.
Su canción es eterna,
Sus notas crean armonía.

Es noble dentro de su miserable marco desgarrado.

Miradlo.
Materiales de su gran aliento, de su jornada precisa,
Se descubren en cada descanso.

Inciensos naturales
Humedecen su pupila milenaria con gotas de astros.

Permanentes látigos
Sacuden el caparazón de su alma estrujada.
Mientras se baraja en potencia,
Busca mechas para sus leyes inmutables.

En su ser
Siempre hay un anfitrión brindando por el amor,
Siempre un liquido que apaga las pavesas de una llama inmóvil.

Con la inteligencia encima de su instinto,
Montado en el presente,
Lee un poema interminable
Escrito en las espaldas de otro muerto.

Las noches fuman opio calentado,
El, zumo de pensamientos crecidos.

Cuando suelta su canto de colores,
El silvestre grito calla,
Se levantan las ausencias y los mástiles,
Y un tropel de pedestales le sonríe.

Las mujeres
Le comtenplan con su letrero de carne,
Y en los brazos de su “yo”,
Atando horizonres,
Sus sueños bailan desnudos.


II

¡Oh! Hermoso animal,
En tu pecho
Cuelga el índice de todos los momentos.
En tu frente,
Dos luciérnagas iluminan las flechas.

Porque eres grande
Con sus rodillas volteadas al cielo llora religiones.

Con tu escudo primitivo
Y esperanzas salvadas,
Construyes la torre de los años, con nómades estilos.


Creaste la llama del beso
Y la perla en la lágrima.

Primogénito del cosmos.
Sangre de sol.
Las avenidas de cicatrices tienen flores
Y aroma tus raíces.

Pastor de ideales.
Ave de mil paraísos están tejendo tu lecho.
¡Que nunca muera el olivar de tu conciencia!

Enredos inmensos
Y misterios azules
Te ocultan las escalas y las curvas.

En el claroscuro de los dioses,
Fue un susto tu primer saludo,
Un aullido tu primer dilema.

El primer eco
Aún vive, aún se arrastra sobre la esfera del tiempo.
Enigmático, respira dolorido.

No se han ido todavía
Las sombras que vieron tus dolores, los enfermos días.
No importa:
El rosal silvestre,
El rosal de espinas indias,
El que perfumó tus sueños,
Siempre florece silencioso.

Poeta con báculo de culebra encendida
Y empuñadura fabulosa.
La luna
Palpitante mira tus auroras purisima.

En tu caverna moderna
Remiendas la red de los océanos
Cuidas los ungüentos de la mente
Y frotas tu lámpara en los sueños.

El Escultor del Tiempo
Con sus manos heridas y temblando de miedo,
Sigue puliendo tu cabeza caliente,

¡Oh! Querido Animal.
Con leyendas vividas,
Delirando tu honda, palpa el infinito.



POESÍA

Rosa extrema,
Impalpable rosa trastornada.
La pezuña quemante de los dioses
Abrevando besadas carreras,
Se ha detenenido en el valle de la inercia,
En los estáticos alientos del sudor.
En el fragante nacer de las entregas.

Yo,
Con los aniversarios de mi canto en gracia,
Decrépito te escalo con mi frase muerta.

Hay transfiguración,
Hay un nuevo semblante en la herida de la espuma.

Verdad, verdad,
De mis lágrimas cae un tigre desollado,
Y la más femenina de las horas soba mi piel.

Frente a tus rodillas laicas
El santo y seña del espíritu,
Solemne se arrastra frotando aceites.

Cuando venda el último pecado,
Compraré la mañana de los bosques.

Eterna novia del perfume triste,
Convalesciente,
Convalesciente moriré amando tu sonido.


Reginaldo Vásquez (1903). Poeta Chileno. Autor de “El querido animal” Imprenta “Fernidando Ongania Editore Chilena”, Santiago de Chile (1952).