lunes, 26 de marzo de 2012

La ciudad subjetiva y post mediática - La polis reinventada (fragmentos). Por Felix Guattari



"Tomo un ejemplo personal. Considero la poesía como uno de los componentes más importantes de la existencia humana, menos como valor que como elemento funcional. Se debería prescribir poesía como se hace con las vitaminas: "Atención señor, a vuestra edad, si no tomas poesía, eso no va a marchar"...Y sin embargo, por importante que sea la poesía para mí, llego muy raramente a leer o escribir un poema. No es que no vea las ocasiones de hacerlo, pero se me deslizan entre los dedos y me digo: esto está mal hecho. La música igualmente: es también fundamental, pero a veces me olvido durante semanas de que existe".


"¿Y la angustia, la angustia que ha pesado de tal manera sobre mis años de juventud?. Bien he percibido sin embargo que la manejo un poco casi como los otros adultos, usando y mal usando todo tipo de prácticas de infantilización aún más pueriles que las de los niños. Los adultos están tan presos en sus asuntos que, cuanto más se acercan a la muerte, menos la ven llegar. Mientras que los niños, menos armados de esos sistemas de defensa, mantienen en este aspecto muchas veces una relación de extrema lucidez".

"Tengo a veces esta imagen: me deslizo sobre una tabla, encima de un abismo absoluto, y me digo: ¿Pero qué pasa, qué significa todo este truco, cómo hace para continuar aún? ¿Quién de nosotros no ha tropezado con tales evidencias? Pero enseguida uno es cogido, propulsado dentro de los dispositivos de comportamiento teleguiado, preso en las urgencias, las apuestas, el juego. Como en la ruleta o en el póker: aún muerto de fatiga, se continúa obligado a combatir con una vitalidad sorprendente".


"A los políticos, su infantilismo, su puerilidad, los mantienen con vida, y también los mantiene en una cierta tontería en relación con la vida. ¡Y no es necesario que eso se detenga! Las vacaciones, eso puede ser peligroso, o una crisis amorosa, o un dolor de muelas insoportable".


"Es evidente que todo está en suspenso sobre ese mismo abismo, aún si se dispone de medios diferentes para rehusarse a verlo. Se está a merced de este estupor que nos toma por la garganta y nos asfixia literalmente. Uno se parece entonces a Swann, loco a medias después de su separación con Odette, y que huía como de la peste de todas las palabras susceptibles de evocar, aún indirectamente, su existencia".


"Porque cada uno permanece enganchado a sus andamiajes semióticos puede continuar caminando en la calle, levantarse, hacer lo que se espera de cada uno. Si no, todo se detiene, uno tiene ganas de darse contra los muros. No es evidente tener el gusto de vivir, de empeñarse, de olvidarse. Hay una potencia extraordinaria del "¡ah, que bueno!". Es más fuerte que Luis XV y su "después de mí el diluvio". ¿Vale la pena continuar, retomar los legados de las generaciones anteriores, hacer girar la máquina, tener chiquillos, hacer ciencia, literatura, arte? ¿Por qué no reventar, dejar todo de plano? ¡Es una pregunta! Se está siempre al borde del hundimiento"...