domingo, 15 de septiembre de 2013

BIOSFERA POÉTICA CON PAISAJE. Por: Elkin Rojas Montoya



Biosfera poética con paisaje

El espíritu de gaia, la Naturaleza, nos llama a vestirnos con sus ropajes de verdes transparencias, de frescas emociones, de líricos acordes resonando en las copas de los árboles; nos invita a desintoxicar nuestros pulmones llenándolos de aromas esenciales de cálida armonía.  Abrazando árboles, el paisaje nos cubre con su mágico encanto.
Como objetivamente afirma “Red Crow” Westermann, indigena Sioux, “Nuestro ADN  está hecho de lo mismo que el ADN del árbol.  El árbol respira lo que nosotros exhalamos.  Cuando el árbol exhala, nosotros necesitamos lo que el árbol exhala.  Así pues tenemos un destino común con el árbol”.

Escuchemos, para comenzar, una “voz manchada de paisaje”, una voz llena de gaia, el espíritu de la Naturaleza;  es la voz de Aurelio Arturo, un poeta enmarcado en un destino común con el paisaje, el poeta más silencioso y lejano que haya dado la literatura hispanoamericana.
Nacido en La Unión, Nariño (1906), un pueblo perdido del sur de Colombia, Arturo es un poeta, que en estrecha armonía con la naturaleza, le canta al paisaje.

"Este verde poema, hoja por hoja,
lo mece un viento fértil, suroeste;
este poema es un país que sueña,
nube de luz y brisa de hojas verdes."

En 1963 publicó su único libro de poemas “Morada al Sur” con el que obtuvo el premio nacional de poesía "Guillermo Valencia", otorgado por la Academia Colombiana de la Lengua. Fundó y dirigió la radio-revista literaria Voces del Mundo, donde estimuló generosamente a los jóvenes. Viajó a Estados Unidos y tradujo poesía especialmente de contemporáneos de habla inglesa. Muere en Bogotá, en el año 1974.  He aquí una de sus más bellos y aleccionadores poemas, titulado precisamente:

PAISAJE

Mira, mira estos campos que por nada
te ofrecen su extendida cosecha de belleza.

Mira el alba desnuda bajo un arco de ramas,
un pájaro de aire y en su garganta un agua pura.
Mira el duendecillo de luz en toda línea.
y el día, rubio jayán, vestido sólo de hojas.

(Que el alba rosa la vista nupcial la transparencia.
(Que el blanco día lo vistan sólo las hojas verdes).

El cielo, con su silbo azul, pastorea nubes,
y la atmósfera canta las canciones dispersas
de la luz, de la luz innumerable espada.
Hace siglos la luz es siempre nueva.

Pon ternura de amor en tus ojos, tú que cruzas,
que cruzas leguas, leguas,
siempre en tu hombro el cielo con su gorjeo infinito,
y dos hojas vivas sobre la cabeza de tu joven caballo.

Mira esta inmensa hermosura, este suelto
manantial de alegrías, esta salud de árboles.
Mira las montañas embellecidas de distancia,
y las distancias que lanzan su saeta.

Mira la tarde de oro que inclina su cabeza
suavemente, su blonda cabeza en el crepúsculo,
como una bella mujer sobre un cojín de sedas.

Mira, mira con ojos puros,
pon suavidad en ellos, alegría profunda:
caen ya las primeras lágrimas de la noche.

Antes de emprender una Deliberada Temporada Terrenal con una poética biosfera descontaminada, reiteremos las afirmaciones del indígena Sioux: “Red Crow” Westermann:

 Todos somos de la Tierra.  Y cuando La Tierra, el agua, la atmósfera, es corrompida, creará su propia reacción.  La Madre está reaccionando.  En la profecía Hopi se dice que las tormentas e inundaciones se harán más intensas.

“Para mí no es negativo que habrá grandes cambios.  No es negativo.  Es la Evolución.  Si lo miras como evolución, ha llegado la hora.  Nada permanece igual.

“Debes aprender a plantar algo.  Esa es la primera conexión.  Debes tratar todas las cosas como Espíritu.  Darte cuenta de que somos una sola familia.  Nunca es nada como “El Fin”.  Es como la vida, no hay un Fin de la vida…

“Todo es espiritual.  Todo tiene espíritu.  Todo fue puesto aquí  por un Creador.  El Creador.  Alguna gente lo llama Dios, alguna gente lo llama Budda, alguna gente lo llama Allah, otra gente lo llama de otras formas.  Nosotros lo llamamos Konkachila.  Abuelo (Grandfather).

“Más del 95% de nuestro cuerpo es agua.  Para tener buena salud, debes beber agua buena.  Cuando los Europeos llegaron aquí, con Cristobal Colón, podíamos beber de cualquier rio.  Si los Europeos hubieran vivido a la manera de los indios cuando vinieron, todavía estaríamos bebiendo nuestra agua, porque el agua es sagrada.  El aire es sagrado” ( “Red Crow” Westermann, indigena Sioux)
SubtUtiles, www.youtube.com ).

Paradójicamente, nuestra biosfera se encuentra tan contaminada y golpeada, como Catherine Clément nos lo advierte:

«Desde hace unos cincuenta años, la especie humana ya no se limita a rascar un poco la tierra, ha llegado a la dermis, a la carne viva, y nadie conoce lo que pasará en el futuro.»

Los hombres y la Tierra se enfrentan hoy en un mismo combate. El rio sagrado de la india, el Ganges: es hoy un foco de infecciones. El mar de Aral entre Kazajistán y Uzbekistán: se encuentra hoy reducido en tres cuartos por culpa de una imprevista irrigación desaforada de un monocultivo de algodón. La selva ecuatorial: es hoy despoblada de sus árboles. El Sahel es un desierto fabricado por la mano del hombre, donde sufren hoy millones de africanos la peor hambruna. Las plantas de residuos nucleares nos pronostican riesgos devastadores... La Tierra está cansada y todos sus habitantes lo sufren.

Les propongo con este ensayo poético un reto para que nos dispongamos a dar vuelos de libertad cargados de responsabilidad con el planeta, pese al pusilánime pataleo de las naciones sometidas como borregos al monopolio del Mercado Mundial, esperando que surja liberado el canto y el vuelo dignificado del Ave Fénix.

Para que no andemos como cometas arrancados del cielo, desmechados de orla, ignorantes del origen y destino del resplandor prisionero entre  pecho y espalda, no hay que oponer nuestros cuerpos inermes contra el ardiente estallido de la contienda, ni salir disparados por la ventana con la casa arrancada desde los cimientos, como cuando explotan hoy insistentes los vientos suicidas de la venganza.

- Aunque rujan violentos los vientos de aquilón, austro y boreal y del nadir y del cenit aniden hordas atrincheradas entre oscuros paredones y socavones y al soplo encabritado del huracán hiendan los potros salvajes el chispeante sendero, aún sobrevive delirante el RETO de galopar en ascuas contra las aspas veloces de los molinos de viento -.

¡Hay que escardar conscientemente los remotos orígenes del misterio ritual, el cual se hizo lo bastante claro para anunciarse, retomando la luz conciliadora, con proclamas cordiales frente a los estallidos de la cólera que cual ráfagas de viento amenazan extinguir la llama de la inteligencia!

Palabra cálida de argento ancestral, dorada expresión del fuego, lluvia de Orión, original forma pura de la luz:  Con el regocijo cálido de la ternura, la fuerza intensa de los abrazos y la pasión ardiente de los besos, flameen nuestros corazones rebozando con demostraciones nobles, amables, cálidos latidos de distensión, nos urge tornar triunfales de la trifulca, - no enlutados, ni añublados, despejados del embeleco de estar ensimismados, enajenados, alienados, reprimidos y veleidosos, envalentonados, presumidos, arrogantes, egoístas, usureros, facinerosos-,  siendo cultores festivos, fascinados y fulgentes, no tenebrosos.  ¡Armados de amor, sin recovecos rencorosos, predispuestos paradigmas de paz y pulso no alterado, de pleno aplomo, consolidados, solidarios!.  Soldados de luz, a pesar de nidos y trincheras de hielo y sombra.  Estrategas de sí mismos, seguros, no dominantes, ni desmandados.

Ni rústica, ni torpe expresión atribule la tribu de nuestro vocabulario, que la fuerza mágica de nuestros argumentos estimulen la danza y el vuelo de nuestras palabras.

Por la inagotable manifestación espontánea de la vida sobre el planeta, el mundo siempre estará por descubrir.  Disfrutemos libremente del misterio desvelado de esta edificante temporada terrenal, adiestrándonos felizmente en el arte de vivir y morir alegremente.

La urdimbre transparencia tibia de la luz se filtra lentamente hacia el ocaso, acogiendo en su regazo indiscriminado a conflictivos rebaños y ávidas jaurías, enseñoreando sobre las bestias, el ardiente sol de los venados.

Por eso y por mucho más, cargo cuerdo un legado desde las ardientes laderas del Quitasol, azotadas por la criminal actividad de la piromanía urbana, con la convicción ancestral, que también albergara plenamente la poeta Pizarnic: "para que no suceda lo que temo, para alejar al malo, para exorcizar, para conjurar, para curar la herida, la desgarradura, porque en definitiva todos estamos heridos".

Entre jaranas y jaurías, la alegría rompe el velo del terror.  Arranca espinas y clavos, rompe yugos y cadenas, la fiesta va a comenzar.  Sin ardides ni farsas, el planeta no va a reventar.  A coro, sin acosos, volverán las aves a cantar y los hombres, ufanos, sin afanes, volverán a disfrutar del arte de combinar con alegría el canto, la danza y el trabajo con el arte de amar y de luchar con esperanza contra todo derroche arrogante colmado de injusticia social.

Dura es la lid, pero más duro es quien la lidia como tú la lidias para que no dure.

Ya no se trataría únicamente de “vencer o morir”, como de “Aliar, vincular para la vida”, de acuerdo con el significante latino de la palabra “vencer”: Unir, religar, contrario a “dividir para reinar”, como postulan maquiavélicos desmanes deshumanizados.

Se trata de sumirnos en una “sensación de eternidad”, algo sin límites, ni barreras, en cierto modo “oceánico”, “un sentimiento de indisoluble comunión, de inseparable pertenencia a la totalidad del mundo exterior”, lo que coincide con la concepción froidiana de la fuente de la religiosidad y con la Teogonía Araucana sobre la Tierra:

“Toda la tierra es una sola alma, somos parte de ella.  No podrán morir nuestras almas.  Cambiar, sí pueden, pero no apagarse.  Somos una sola alma como hay un solo mundo.”

Ante la tierra que gime con dolores de parto, esperando el día de la distensión, los elementos renuevan fuerzas latentes de energía, transfusoras de la esencia espiritual de los pueblos, liberándolos de prejuicios étnicos y atavismos bestiales, generadores de falsas expectativas de poderes sectarios.
Porque ninguna reivindicación tribal o social puede justificar sobre la tierra el derrame de tantos raudales turbulentos de lágrimas y sangre.

Una nueva edad de corazón alza la frente; un nuevo sol se levanta, inflamado de justos sentimientos, verso, danza y oración.

Una nueva raza de guerreros avanza, librando batallas en cuerpo de corderos, sin temor a ningún rebaño de jaurías, con la fuerza telúrica del planeta en el costado, renovando reservas inarticuladas de convicción.

Un antiguo tesoro está boyando del profundo mar del inconsciente colectivo, allí donde está brillando un valiente corazón, un mismo riesgo común nos identifica:
Si quien ignora la historia corre el riesgo de repetirla abruptamente, es necesario que corramos todos, todos los riegos de hacer historia con valentía, a repetirla sangrientamente con ignorante cobardía.

Los invito a cotejar nuestra forma de vivir con lo que afirmara Jaime Pardo Leal:
“De qué vale la vida si cuando se tiene parece muerta.  La vida es para hacerla sentir, para hacerla vibrar para combatir… Eso justifica nuestro paso por la tierra”.

Y con Luis Vidales, yo también albergo la esperanza:

“Un día de estos te vas a rebelar, como la tierra que rumora debajo y todos los años aprende a estallar”.
Que no caigamos en el círculo vicioso de la rutina ociosa. Reconciliémonos con la vida, con el planeta, con cada una de sus especies, respetando y rindiendo culto a la creación entera, cultivando la amistad a pesar de las controversias y adversidades enojosas. También se rebelan y justifican su paso por la tierra, todos aquellos que apelan ante todas la instancias por el mutuo acuerdo.  Los tribunales de conciliación restan méritos a los mismos tribunales de justicia.

Llegó la hora de aplicar la requisitoria poética de Gonzalo Arango:
A los hombres les da miedo ser sencillos como niños
huyendo del infierno social
los muchachos se encontraron con la droga
y se quedaron en el paraíso artificial
así viven de humo, su alma se esfumó
hay que atravesar el mar muerto para salir de él.

La droga para el que busca el camino es experiencia no camino
Para el que nada busca es evasión al mareo de la cima
La mente se desquicia del vértigo al abismo
Volved al ácido ascético místico.


Que renovemos la aventura consciente de un apasionado navegante inmenso en el océano de la capacidad del asombro.

Con la madeja del tiempo teje la vela que envestida por el viento impulsará hondo tu nave en el mar.  Aunque agiten violentos los vientos los turbiones de la tormenta y amenacen romper a girones lo que a pendones tejiste, no te canses de remar, ni de tejer.  Boga hondo, boga hondo, porque la gloria de los valientes reposa en el corazón de la mar y de quien boga y teje sin cesar.

Rasgos salpicados de brisa salina orean el laberíntico tejido de las vivencias náuticas a lomo del oleaje espumeante de los descubrimientos en medio del alborozado alboroto en el que vive inmerso este terruño planetario que nos brinda plácido su placenta como plataforma de lanzamiento del haz espigado de nuestros sueños y de la consumación de nuestros desbordamientos.

Relampaguean en la memoria las primeras nociones terrícolas batiendo sus aspas al viento sobre el coruscante aleteo de las palmeras sumergidas en el serpenteante raudal de las aguas sagradas de un río original, saturado de trinos, gorjeos, rugidos y graznidos desde la maraña umbría  de la fronda virgen de la selva, Paraíso Terrenal.

Que continuemos impregnados con el dorado resplandor de las auroras efervescentes de clorofila, de follajes, pelajes y  plumajes urdidos bajo el espectro radiante del sol.
Repito, por la inagotable manifestación espontánea de la vida sobre el planeta,
el mundo siempre estará por descubrir.

Retorna atento al acto cotidiano de respirar dichoso,
disfrutando libre del misterio desvelado
de esta edificante temporada terrenal, viva y conscientemente.

Cuando el resplandor blanco de las orquídeas
llene las ubres áridas de las montañas,
surtidores alborozados de arrullos, trinos y revuelos
renovarán las comarcas de capullos y polluelos,
mallas electrizadas de golondrinas y luciérnagas
saturarán el espacio de ases luminosos en días soleados
y en las noches apacibles de chispeantes efluvios,
rondallas de batracios vibrarán solazados entre los humedales reverdecidos,
y del aire puro se llenarán los pulmones sin congestión;
hasta de los breñales más oscuros
manarán transparentes los manantiales de frondosa floración.

Cuando una lluvia de semillas se derrame
sobre la sequía calva de las montañas
Y frondosos árboles arraiguen de nuevo en sus laderas
correrán arroyos, pájaros y mariposas,
fomentando el néctar electrizante de los jardines de piedra
con el sabor jugoso de la pulpa dulce de los vientos,
trinados de clorofila.

Nos increpa hoy a todos el planeta amenazado a enterrar el hacha, la motosierra, las ciegas actuaciones pirómanas y a cerrar las plantas nucleares para que volvamos a
“mirar el sol abiertamente revelado”
“Y ver…”, con William Blake, “una constelación de ángeles dorados”, dispuestos a blandir flamígeras espadas, a menos que renovemos la conciencia nativa de ser guardianes de nuestro paraíso terrenal.
Ya que cuando la conciencia del mundo fue individualizada en el hombre
éste genio de barro envuelto en vértigo egoísta
se volvió ciego contra la Naturaleza que lo engendró.

Entonces, ebrio, a sí mismo se cantó:
 La arrasada “Tierra Labrantía” de un Vieco Ortiz:
“Abierta a golpes de la mano MIA”
Derribando la altura bravía del Caracolí.
El Espíritu Supremo de la montaña 
hollado por la mano altiva
divorciada del corazón
que hiere con “El hacha que mis mayores
me dejaron por herencia”,
ahogando la “libertad” que ya no perfuma
“las montañas de mi tierra”,
como describe, en “El Canto del Antioqueño”,
don Epifanio Mejía.

Yo no la quiero hoy cuando lúgubre resuena
golpeando la eterna juventud de los cedros
y el alborozo dorado de los guayacanes,
derribando, cargado de fiera ciega,
las especies hermanas de la naturaleza,
animales y minerales,
pluricelulares mundos desconocidos del aire
y demás elementales acordes de un torbellino,
panacea secreta de lenguajes etéreos,
fuente universal de lenguas aladas
y matices acuáticos,
oxigenados paisajes
renovados de recursos.
El hombre a sí mismo desterrándose del terruño sagrado del paraíso
cargando el hierro entre las manos con la furia desatada de los tifones
que azotan las costas taladas de las defensas naturales de manglares.

Ninguna especie
había acosado tanto
a las demás especies
y humedales
como el hombre ciego
de conciencia explotadora
que tala con saña,
que tasa y tima,
censura y derriba,
explota, asola,
espanta
y
desplaza.

-¡Ni un solo golpe más.
“Entierra el Hacha” y la motosierra!
Para que vuelva a resonar altivo
el coro idílico del Mejía,
“Amo al Sol porque anda libre,
sobre la azulada esfera,
y al huracán porque silba
con libertad en las selvas”,
transformando el alma del hombre
cuando piensa
que nunca es tarde
para reconocer del cielo
“la azulada esfera”
que irradia densa desde la entraña
oxigenada de la selva,
donde la lluvia
ya no sea más de plomo, ni de acero.

Así sea
la paz en la flora,
en la fauna,
en el corazón
labrantío
de fraternidad
sobre la tierra,
dando fin al vuelo
deschavetado de razones
de armarse para la guerra.


Espero que un día promovamos enseñoreados
con la seguridad poética de Catherine Clément
que “Soy mi propio padre y soy ave inmortal.”
Creados a imagen y semejanza de Dios
En un cuerpo, plataforma de lanzamiento,
Cascarón del pájaro que alimentamos adentro
Sin sentirnos prisioneros en sus aristas;
Retroalimentemos la hoguera humanitaria
frotándole las alas al ave de la solidaridad
No palpando dolientes los blandos tegumentos de nuestro colesteroso cuerpo ventrudo.
Sentirse adentro o afuera
Es cuestión de libertad más que de resentida dignidad.
El amor nos hace libres,
No nos ata a nuestros achaques.
Entonces, que ni de día ni de noche nos cansemos
de renacer desde las humeantes cenizas
como Aves Fénix.

Creo que todo lo que acabo de expresarles se identifica plenamente con las palabras exploratorias del sol y la carne paisaje de Arthur Rimbaud[1]:


“El sol fogón de ternura y vida,
Vierte el amor ardiente sobre la tierra gozosa,
Y, cuando yaces en el valle, sientes
Que la tierra es núbil y rebosa de sangre;
Que su inmenso seno levantado por un alma,
Es de amor como Dios, de carne como la mujer,
Y que encierra, henchida de savia y rayos,
¡el gran hormigueo de todos los embriones!
¡Y todo crece, y todo sube!”

Hasta que podamos cantar como cantara el hermano poeta Francisco de Asís:

Hermano sol, hermana luna, hermanos vientos, hermanas aves, hermanos gusanos, hermanos hombres, Aleluya!, Aleluya!

Cabe aún concretar que, para que esta trayectoria de una  Poética Biosfera surja realmente descontaminada, es necesario que restauremos la convicción de nuestros ancestros aborígenes cuando se definían a sí mismos: “somos paisaje”, hasta que podamos exclamar como lo hace un artista natural nativo, White Eagle (Águila Blaca):


Hay que vivir y actuar impecablemente sobre la tierra, sin violar la armonía, el equilibrio y la belleza de todo lo que existe. Hay que escuchar y comprender al mundo circundante: al sol, a las estrellas, al viento, al bosque, al río, a los animales. Hay que vivir siguiendo las leyes de la naturaleza, sabiendo que la violación de éstas causa dolores innecesarios a todo lo viviente. No es necesario vivir encadenados en casas de acero y hormigón, si es más relajante integrarse en la naturaleza viviendo en los bosques infinitos, en las montañas rocosas, en los lagos azules y en las cascadas, sentirse uno con el viento, el agua, las montañas y los pájaros, convencidos de no ser más que pequeños fragmentos vivientes, en nada más importantes que los pinos que susurran con sus copas, o que el viento que lleva las nubes, o que las ardillas que retozan en los árboles, o que los peces que nadan en las aguas...saturados de vida, entremos con respeto al templo natural, la selva, al corazón del paraíso perdido.”


Termino este deliberado discurso transcrito por una sana biósfera terrenal con dos cánticos de místico vuelo.  El primero del libro de los salmos en la versión “Dios Habla Hoy”[2] y el último es el Cántico de las Criaturas de San Francisco de Asís en la Versión del poeta español León Felipe:

Dios y Salvador nuestro,
tú nos respondes
con maravillosos actos de justicia;
la tierra entera confía en ti,
y también el mar lejano;
tú mantienes firmes las montañas
con tu poder y tu fuerza.
Tú calmas el estruendo de las olas
y el alboroto de los pueblos;
aun los que habitan en lejanas tierras
tiemblan ante tus maravillas;
por ti hay gritos de alegría
del oriente al occidente.
Tú tienes cuidado de la tierra;
le envías lluvia y la haces producir;
tú, con arroyos caudalosos,
haces crecer los trigales.
¡Así preparas el campo!
Tú empapas los surcos de la tierra
y nivelas sus terrones;
ablandas la tierra con lluvias abundantes
y bendices sus productos.
Tú colmas el año de bendiciones,
tus nubes derraman abundancia;
los pastos del desierto están verdes
y los montes se visten de gala;
los llanos se cubren de rebaños,
los valles se revisten de trigales;
¡todos cantan y gritan de alegría!




Cántico de las Criaturas de San Francisco de Asís
(Versión de León Felipe que se usa en la liturgia)

Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor,
tuyas son la alabanza, la gloria y el honor;
tan sólo tú eres digno de toda bendición,
y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.

Loado seas por toda criatura, mi Señor,
y en especial loado por el hermano sol,
que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor,
y lleva por los cielos noticia de su autor.

Y por la hermana luna, de blanca luz menor,
y las estrellas claras, que tu poder creó,
tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son,
y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!

Y por la hermana agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor!
Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol,
y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado mi Señor!

Y por la hermana tierra, que es toda bendición,
la hermana madre tierra, que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos y flores de color,
y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!

Y por los que perdonan y aguantan por tu amor
los males corporales y la tribulación:
¡felices los que sufren en paz con el dolor,
porque les llega el tiempo de la consolación!

Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor!
Ningún viviente escapa de su persecución;
¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!

¡No probarán la muerte de la condenación!
Servidle con ternura y humilde corazón.
Agradeced sus dones, cantad su creación.
Las criaturas todas, load a mi Señor. Amén.










*-El fin de la vida es adquirir capacidad para morir alegremente", Fernando Gonzalez, el filosofo mago de “Otrapate”.
[1] Rimbaud, Arthur, “Poesía completa”, Edit. Edicomunicación, S. A., 1994, “Sol y Carne”
[2] Salmo 65. 5-13